Componentes femeninos en el hombre » Las nueve musas

2022-08-13 13:24:44 By : Ms. HenLv Zhang

A más de cien años de las formulaciones del psicoanálisis ciertos conceptos merecen una relectura, el territorio a conquistar puede resultar fructífero para una mejor comprensión de los fenómenos humanos.

Freud estudió el componente masculino en la mujer y su influencia es innegable en otras áreas de la cultura. Un trato diferente recibió el abordaje en su trabajo y el de sus seguidores de aspectos femeninos en el varón.

La infancia temprana deja una impronta en el psiquismo y en la compleja evolución de las funciones hasta llegar al adulto. Se conoce como disposición a la enfermedad lo que llamamos un “punto de fijación” al cual puede retroceder el individuo luego por alguna perturbación exterior. Es posible, entonces, con el estudio de las fases tempranas descubrir nuevas relaciones entre la enfermedad y la evolución sexual.

La bisexualidad es el punto de partida en la conformación de los sexos. No está planteada en términos biológicos, sino en creencias infantiles que se apoyan en experiencias corporales placenteras, que dan como resultado la no-diferenciación de los sexos por parte de los niños.

La existencia de elementos femeninos y masculinos en todos los seres humanos, implica una constitución sexual compuesta. La conducta llamada normal de la función sexual es el resultado de la represión de ciertos instintos parciales y de la subordinación de los demás a la primacía de las zonas genitales en servicio de la reproducción. Es decir, que la sexualidad adulta depende del éxito que se obtenga reprimiendo componentes del sexo contrario.

El gran enigma de la infancia es la pregunta ¿de dónde vienen los niños? Las teorías sexuales infantiles, son premisas universales y constituyen el resultado de la curiosidad infantil; son intentos de respuesta al enigma del origen de los niños, compuestas por sensaciones corporales, deseos y las pruebas que ofrece la realidad.

En base a estos datos, su propio placer y lo que observa,  se conforma la primera de las teorías sexuales la premisa universal de falo: todos tienen pene.

La segunda es la teoría de la cloaca, una explicación del nacimiento que sostiene que los niños se conciben por ingerir algo y se expulsan intestinalmente. Esta creencia, está conformada por un lado por la bisexualidad inicial (no-diferencia de los sexos) reforzada por el placer relacionado a la zona.

Las sensaciones que producen la evacuación de los excrementos provoca en el niño, antes de que comience a hablar y durante mucho tiempo, una excitación de la mucosa en la zona anal.

Las teorías permanecen en el psiquismo, no desaparecen. Se reprimen y se manifiestan en los síntomas o en los sueños; o se sustituyen por otros contenidos. Es posible rastrear los movimientos de la energía sexual desde las fases constitutivas.

Durante cierto tiempo, los niños y las niñas creen que todos y todo, aún los objetos inanimados, poseen pene y son capaces de tener hijo: “el hijito del camión, el pitito de la silla.”

¿Qué quiere decir el niño cuando atribuye la capacidad de tener hijos a todo lo que le rodea?

– Tener equivale a concebir, hacerlo o ser engendrado: producción o participación en  la producción. (Queremos tener un hijo).

– Tener equivale embarazo: albergar un futuro producto. (Va a tener

– Tener  equivale parto: expulsión del producto. (Tuvo mellizos).

– Tener equivale a posesión: prodigar cuidados, ostentar el producto.  (Tiene dos  hijos).

Esta polisemia indica que, en la hipótesis infantil, la teoría de la cloaca sustenta la posibilidad de albergarlos antes de expulsarlos, en concebirlos antes de albergarlos. Todos pueden tener niños significa que el infante cree que todos pueden ser engendrados por un alimento, embarazarse, parir, poseer y cuidar. Cuando el niño desea tener hijos está planteando toda la ambigüedad que implica tener.

A la complejidad de la preñez debemos agregar las llamadas equivalencias simbólicas. Una conjetura del psicoanálisis: los conceptos de excremento, dinero, regalo, niño y pene son equivalentes en las producciones inconscientes.

Además de que el contenido intestinal desempeña la función de excitar la mucosa, haciéndola sexualmente sensible, entraña, otras varias e importantes significaciones. El niño considera los excrementos como una parte de su cuerpo y les da la significación de un primer regalo, con el cual puede demostrar su docilidad a las personas que le rodean o su negativa a complacerlas. Desde esta significación pasan los excrementos a la significación de niño; esto es, que según una de las teorías sexuales infantiles, representan un niño concebido por el acto de la alimentación y parido por el recto.

El lenguaje popular guarda gran afinidad con los productos inconscientes, se dice que “hizo un regalito” cuando el bebé ensucia los pañales. O que la mamá “está de compras” si espera un bebé o que “le hicieron un regalito” para decir que está embarazada.

El cuerpo biológico es trascendido por  los significados.

En el curso del desarrollo la niña descubre los genitales masculinos. “El infante, en general, vigila cuidadosamente sus posesiones y considera con celos las de los demás. Quiere conservar lo que tiene, y obtener lo que ve. Si alguien tiene sobre él alguna ventaja, se producen dos reacciones estrechamente asociadas: un sentimiento de hostilidad hacia la otra persona, y un impulso de privarla de lo que posee. La unión de estas dos reacciones constituye la envidia, que es una típica expresión de la fase anal-sádica de la evolución de la libido.” Así describe Abraham, discípulo dilecto de Freud,  la envidia de pene en la mujer.

Podríamos aplicar la definició al varón. Por un lado, resulta poco verosímil que la envidia constituya el sentimiento privativo de un sexo; por otro, el niño también descubre algo en lo que la niña lo aventaja: no puede tener hijos como las mujeres. Si el deseo de tener un pene perdura en la niña, en el niño también perduraría el deseo de tener  hijos.

Deseo que está alimentado por fuertes motivaciones eróticas, que la niña –en su deseo de pene– no ha experimentado, ya que no perdió un pene, no debe, por tanto, reprimir ni renunciar a las sensaciones que le hubiese procurado. Pero el varón sí, debe reprimir el placer de la evacuación o subordinarlo en la sexualidad adulta.

Según Freud, “hay sujetos cuyo erotismo anal ha persistido invariado e intenso hasta los años inmediatos a la pubertad. En la neurosis obsesiva puede comprobarse una regresión consistente en transferir a lo anal todas las fantasías genitales sustituyendo el pene por la masa fecal, y la vagina, por el intestino.”

Así como las niñas realizan el descubrimiento de que no todos poseen pene; con el tiempo el niño descubre que solo las mujeres pueden tener hijos.

La percepción no les ofrece la posibilidad de observar en la realidad un hombre embarazado. Si tenemos en cuenta que los períodos tempranos están dirigidos por el narcisismo y la omnipotencia infantil, los niños no pueden suponer que algo les esté impedido hecho al que se agrega el desconocimiento de la vagina, continúa Freud: “niega el niño a la mujer el doloroso privilegio de parir hijos. Así, pues, el niño puede fantasear que da a luz a un hijo, sin que por ello hayamos de imputarle tendencias femeninas. Tales fantasías no son sino un resto de actividad de su erotismo anal.”

Lo que llamamos equivalencias simbólicas muestran un “plus” que permite que los contenidos se sustituyan unos a otros, en lo inconsciente, los hace intercambiables. La capacidad de sustitución posibilita lo que Freud llama la “salida normal” en la mujer, que consiste en resignar el pene a cambio de un niño.

Como dijimos, la cicatriz que deja en el aparato psíquico femenino la envidia de pene, ha sido profusamente estudiada. Del descubrimiento de la diferencia sexual en la niña parten tres caminos; inhibición sexual (neurosis): renegación de la castración, se comporta como si tuviera pene; otro conduce a la transformación del carácter en el sentido de un complejo de masculinidad, espera que le crezca hasta edades avanzadas en que resulta imposible sostener la realización de tal creencia y que el análisis ha demostrado que el deseo subsiste con una gran carga de energía en lo inconsciente; y el otro, al fin, a la “feminidad normal”: resignarse y obtenerlo de un hombre, con el cual consigue, por equivalencia simbólica, un hijo-pene.

Deducimos que no hay cura para la envidia de pene, en el mejor de los casos se trata de una sustitución.

Siguiendo idéntico razonamiento afirmamos que el niño quiere tener hijos como las mujeres. Deseo al que denomino envidia de preñez, que reúne todos los contenidos mencionados —ser engendrado, embarazarse, parir, tener un hijo—  parafraseando a Freud, la “salida normal” del varón sería la de resignarse y tener un hijo con una mujer. Lejos de constituir un equivalente de la envidia de pene en la niña, tiene valor propio y consecuencias psíquicas casi inexploradas.

En los análisis de sueños y síntomas de los individuos es posible encontrar y, en el mejor de los casos, integrar en la personalidad total componentes femeninos que no han sido sustituidos ni adecuadamente reprimidos.

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